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«Le dije a Bill que se fuera de casa. Fue una de las conversaciones más aterradoras que he tenido en mi vida»

Melinda French Gates

«Le dije a Bill que se fuera de casa. Fue una de las conversaciones más aterradoras que he tenido en mi vida»

Su lugar. Melinda French en la sede de Pivotal Ventures, su fundación, en la que trabajan unas 200 personas, tras invertir 1000 millones de dólares. Su fortuna se estima en 12.500 millones.

Durante 25 años fue la mujer de Bill Gates. Ahora, Melinda French ha decidido tener una voz personal. tras divorciarse del fundador de Microsoft, dirige su propia fundación, centrada en las mujeres, y acaba de escribir sus memorias. Hablamos con ella de poder, dolor y unos 'muy reales' ataques de pánico.

Viernes, 09 de Mayo 2025, 11:12h

Tiempo de lectura: 9 min

Antes de viajar a Estados Unidos para conocer a Melinda French Gates, llamé a una amiga que la había tratado hace una década, en la época en que estaba casada con Bill Gates –el fundador de Microsoft– y en la que todavía era más rico que Jeff Bezos y Elon Musk. Le pregunté qué impresión le había causado Melinda. «Extrañamente deprimida. Parecía infeliz y no disfrutar de ser ella misma. Daba tristeza».

Sus palabras no encajaban en absoluto con lo que me había transmitido la autora de las memorias que acababa de leer. Y tampoco describen a la mujer que conocería días después en Seattle.

Hoy, Melinda French Gates transmite máxima seguridad en sí misma. Todo el edificio, con vistas al lago Washington, donde se ubican sus oficinas, es claramente femenino. Su organización, Pivotal Ventures, tiene varias divisiones (filantropía, inversiones, asociaciones...), pero todas comparten un mismo propósito: poner el poder en manos de las mujeres. Fundó esta organización en 2015 mientras codirigía la Fundación Bill y Melinda Gates, y en 2019 se comprometió a invertir mil millones de dólares. De hecho, ella misma renunció el año pasado a la fundación con su marido –su matrimonio terminó en 2021– para dedicar todo su tiempo a Pivotal Ventures. 

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Cuando Bill conoció a Melinda. Melinda y Bill, en los años en que se conocieron en Microsoft.

Me reúno con ella para hablar de sus memorias, The next day. «Nunca pensé que escribiría un libro como este –comienza–. Pero han pasado muchas cosas en mi vida en los últimos años que no vi venir».

El libro arranca en el otoño de 2019, cuando los problemas en su matrimonio «alcanzaron un punto álgido». The New York Times acababa de publicar un «inquietante artículo» sobre las numerosas reuniones de negocios que su marido había mantenido con el financiero fallecido Jeffrey Epstein, un delincuente sexual condenado. El artículo, cuenta Melinda, «planteó serias preguntas sobre la conducta de Bill, preguntas que sugerían que había traicionado no solo nuestro matrimonio, sino también nuestros valores». De hecho, Bill Gates lamentó públicamente haberse reunido con Epstein y reconoció que fue un error de juicio hacerlo. 

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Sus hijos. Los Gates tienen tres hijos. La mayor, Jennifer, es pediatra, está casada con un jinete olímpico y tienen dos hijas; Rory se graduó en Informática y Economía en la prestigiosa Universidad de Duke, como su madre; Phoebe estudió Humanidades en Stanford y trabaja como activista con Melinda.

Por entonces, para Melinda, una católica casada durante 25 años y con tres hijos, el divorcio era «casi inimaginable» y trataba de silenciar la voz interior que le decía: «Esto ya no está bien». En febrero de 2020, la pareja hizo un viaje a Nuevo México para tratar de salvar su matrimonio. No funcionó. La última noche, Melinda le dijo a Bill que en cuanto llegaran a casa tendría que mudarse. «Fue –escribe– una de las conversaciones más aterradoras que he tenido».

Su libro es un relato íntimo sobre las lecciones que ha aprendido con la maternidad, el dolor, el divorcio y la terapia. Un título alternativo podría haber sido Diario de una perfeccionista en recuperación.

«Mi último ataque de pánico lo sufrí durante las negociaciones del divorcio. Fueron muy muy difíciles». Estaban en juego 130.000 millones de dólares

Le pregunto si sería tan autoexigente si se hubiera casado con un granjero de Texas. «Oh, ya lo era antes. Mira, crecí en un hogar con unos padres muy inteligentes. Mi padre era ingeniero en la misión Apolo. Y no te puedes equivocar en la misión Apolo, ¿verdad? Así que tenía grandes expectativas de mí misma. Y luego, cuando estás casada con alguien que es muy inteligente, y Bill lo es... Pero no fue culpa suya que yo me presionara tanto. Fue mía».

La casa con seis cocinas y veinticuatro baños

French Gates nació en Dallas hace 60 años, la segunda de cuatro hijos de un ingeniero aeroespacial y un ama de casa.

En su escuela privada de niñas católicas a principios de los ochenta, una profesora de Matemáticas persuadió a la directora para que comprara algunos ordenadores Apple y ella se enganchó. Luego logró una plaza en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, donde estudió Informática y Economía, hasta que en 1987 se unió a Microsoft como directora de marketing. Por entonces, la compañía era todavía una start-up tecnológica modesta, llena de hombres, y no pasó mucho tiempo antes de que conociera al jefe. Se casaron en 1994. 

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Sus padres. Melinda con sus padres, un ingeniero de la misión Apolo y un ama de casa.

La vida matrimonial no fue fácil. Se sentía sola. Melinda renunció a Microsoft tras nacer su hija mayor, Jennifer, en 1996, pero Bill nunca estaba en casa y empezó a pensar: «Tal vez él quería tener hijos en teoría, pero no en realidad». Además, vivían en una casa de seis mil metros cuadrados en Seattle, con seis cocinas y veinticuatro baños, que él había comenzado a construir cuando aún era soltero y que ella odiaba. 

Melinda nunca ha dicho cuándo supo por primera vez que su marido le era infiel, si es que lo supo alguna vez, pero desde su divorcio la prensa ha sacado a la luz información sobre las relaciones extramatrimoniales de Bill. Tuvo una aventura con una empleada de Microsoft en 2000 y, supuestamente, otra con una jugadora de bridge rusa diez años después. 

«No me he reunido con Trump. Me reúno con personas con las que siento que podemos avanzar en los temas. Y con él no veo eso»

En 2000, la Fundación William H. Gates, que la pareja había fundado cuando se casaron, se convirtió en la Fundación Bill y Melinda Gates. Aunque llevaba también su nombre, Melinda luchó para no quedar eclipsada por la figura de su marido. «Si entraba en la oficina de un presidente o primer ministro y estaba con Bill, se dirigían a él», cuenta. Ella sabía tanto o más sobre el trabajo de la fundación, pero, «a menos que interrumpiera la conversación, podían seguir durante toda la reunión hablando solo con Bill». Ahora escribe: «Diez años antes de que mi matrimonio se desmoronara, mi voz interior se desvaneció. Con ella, una parte esencial de mí misma».

Cuando una amiga le sugirió que viera a un terapeuta, French Gates pensó que la terapia estaba bien, pero que no era para ella. «¡Sí! Yo estaba en plan: 'Ni hablar, ¡menuda tontería!'». 

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'Fichada'. El antiguo carné de empleada de Microsoft de Melinda.

Y siguió resistiéndose hasta su vigésimo aniversario de bodas, en 2014, cuando sufrió un ataque de pánico mientras almorzaba con Bill. «Había oído hablar de personas que tenían ataques de pánico, pero no tenía claro si eran algo real». Aquel día descubrió que sí, que eran algo muy real; no podía respirar. Ese mismo día llamó a un terapeuta. 

El último ataque de pánico lo ha sufrido, dice, «durante las negociaciones de mi divorcio. Dejar un matrimonio es muy muy difícil. Y las negociaciones fueron complejas». Ella sabía que lo serían; había visto cómo su marido se fajaba frente al Departamento de Justicia en los noventa, cuando Microsoft fue acusado de violar las leyes antimonopolio. Los ataques de pánico durante las negociaciones del divorcio fueron tan intensos que tuvo que llamar a su terapeuta a medianoche.

Cuando solicitó el divorcio, la pareja tenía 130.000 millones de dólares. Una riqueza extrema que explica por qué Melinda repite una y otra vez que es consciente de su impresionante privilegio. «Incluso el hecho mismo de que tenga un terapeuta ya es un privilegio. Y sí, la riqueza puede protegerte, porque no te preocupa pagar la hipoteca o poner la cena en la mesa. Pero las emociones, el dolor, la ira... todas esas cosas te pasan igual».

En 2021, Melinda escribió que «regalar dinero que tu familia nunca necesitará no es un acto especialmente noble», pero es una forma de permanecer conectada con el mundo. Ese mismo año, con la covid, se desató una teoría de la conspiración que puso en el centro del huracán a la fundación de Gates y su trabajo en el campo de las vacunas. Ante esas acusaciones, ¿cómo reaccionas? «Agachas la cabeza y sigues haciendo tu trabajo –dice Melinda–. Yo sabía la verdad sobre lo que estábamos haciendo. Había conocido a madres y padres de todo el mundo que hacían cola para recibir vacunas que salvaban la vida de sus hijos». 

Pero no han sido las teorías de la conspiración las que han hecho que reoriente su trabajo filantrópico a las causas de las mujeres a través de Pivotal Ventures. Fue que se derogase la ley Roe contra Wade –que permitía el aborto a nivel federal en Estados Unidos– y su sensación de que los derechos de las mujeres estaban en peligro. «Nunca –dice– pensé que mis nietas tendrían menos derechos que yo». El porqué de esa marcha atrás no es una sorpresa para ella. «Creo que el liderazgo importa. Miras a los líderes actuales y es devastador: mira cómo hablan de los problemas del mundo». Su voz comienza a elevarse. «Mira a USAid» (la agencia de ayuda internacional del Departamento de Estado que el presidente Trump ha cerrado). El próximo año, por la arrogancia de la actual administración, tendremos 17 millones de mujeres sin acceso a servicios necesarios para prevenir su muerte durante el embarazo y el parto. ¿Qué dice eso de nuestros valores?».

Supongo que debe conocer bien a Elon Musk. Su expresión se endurece. «Lo he conocido, pero no lo conozco bien, no». Sí conoce a Jeff Bezos y a Mark Zuckerberg desde hace décadas. ¿Le sorprendió ver a estos antiguos liberales reinventarse como 'broligarcas' en la corte de Donald Trump? Melinda duda, elige sus palabras con cuidado. «Creo que a veces se pone a prueba el verdadero carácter de las personas. En ocasiones confundimos a un gran líder empresarial con alguien que tiene nuestros mismos valores. Y seamos honestos, algunas personas no siempre muestran sus verdaderos colores, ¿verdad?».

¿Pasarse a la política?

Su exmarido visitó la Casa Blanca en febrero para defender a USAid ante el presidente. ¿Melinda se reuniría con Trump? Después de seis segundos de silencio responde: «No creo que haya ninguna razón para ello ahora mismo. Me reúno con personas con las que siento que podemos avanzar en los temas». ¿Y no ve que eso ahora sea posible? «No, no lo veo».

Melinda conoció a Trump durante su primer mandato «para tratar de mantener la financiación estadounidense para los anticonceptivos, porque marcan una gran diferencia en la vida de las mujeres». ¿Qué le pareció Trump? El silencio esta vez se extiende a 21 segundos. «No llegamos a ninguna parte. Solo diré eso». Le pregunto si su país está evolucionando hacia una dictadura. Después de otro largo silencio dice: «Parece que eso es lo que a él le gustaría».

¿Y baraja postularse ella misma para un cargo público? «No, nunca». ¿Por qué? «Me gusta mi vida tal como es. He estado en muchos de esos despachos. Y eso no es para mí». 

Melinda ahora es feliz viviendo en una casa que solo tiene una cocina. Aunque su exmarido mantiene una relación con Paula Hurd, la viuda del ex-CEO de Oracle Mark Hurd, desde 2022, ella sigue soltera y dice que disfruta de las citas con señores interesantes. Tengo curiosidad por saber cómo alguien como ella conoce a los hombres. «A través de amigos. Me han presentado a gente y ha sido encantador». ¿Se sienten los hombres intimidados por su riqueza y su estatus? Ella sonríe. «Algunos sí y otros no. Pero no busco a alguien que se sienta intimidado por mi estatus. Eso lo descartaría, ¿no?».

A principios de este año, su exmarido le dijo a The Times que su divorcio fue el mayor fracaso de su vida. Le pregunto a Melinda French Gates qué opina ella. «Era algo necesario. Si no puedes compartir tus valores en tu relación más íntima, es necesario». Y luego toma distancia. «Él tiene su propia vida. Yo ahora tengo la mía.

Y estoy muy feliz».


© The Sunday Times Magazine

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