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Mi hermosa lavandería

Muros de silencio

Isabel Coixet

Viernes, 09 de Mayo 2025, 11:14h

Tiempo de lectura: 2 min

Los silencios son duros, raros, amables a veces, elocuentes siempre. Los silencios son estruendosos cuando responden a una demanda: háblame, dime qué te pasa, comparte conmigo lo que sientes, respóndeme. ¿Quién no ha sentido un profundo desaliento cuando un amigo, un familiar, una pareja te aplica el silent treatment ('tratamiento silencioso') y no te habla durante horas o días o años, y tú te rompes la cabeza cavilando qué habrás hecho para merecer eso?

El silencio se transforma en una manera siniestra de castigar y controlar al otro, que se desespera y se angustia ante esa ausencia de respuesta. Es una treta psicológica de una bajeza brutal

Las personas que se escudan con cara larga en ese silencio saben bien cuánto hiere y saben bien a quién se lo hacen: a los que nunca haríamos eso. El silencio se transforma en una manera siniestra de castigar y controlar al otro, que se desespera y se angustia ante esa ausencia de respuesta. Es una treta psicológica de una bajeza brutal. Lo sé, porque la he sufrido y, aún a estas alturas, cuando ya no importa, me pregunto de vez en cuando el porqué y no hallo ninguna respuesta racional, más que una letal combinación de estupidez y mezquindad.

El caso más extremo de este odioso tratamiento es el del japonés Otuo Katayama, que estuvo veinte años conviviendo bajo el mismo techo con su esposa, Yumi, sin dirigirle la palabra. En esos veinte años incluso tuvieron un hijo, pero Otuo continuó sin hablarle a Yumi. Los hijos de la pareja no recuerdan una sola vez que vieran a su padre hablarle a su madre; ella había dejado de intentarlo hacía años. Por ello, se dirigieron a la televisión de Hokkaido para que intentaran mediar ante el padre. La televisión organizó un encuentro entre Otuo y Yumi en el parque donde se conocieron, con cámaras ocultas que transmitían las imágenes a los hijos.

Tras muchas vacilaciones, Otuo consiguió articular unas palabras a las desesperadas preguntas de Yumi sobre el porqué de su largo silencio: Otuo había sentido celos de sus hijos y consideraba que Yumi les dedicaba demasiado tiempo y cuidados. Según él, cuando sus hijos llegaron, él se sintió relegado a un segundo plano. Él había sido consciente todo ese tiempo del daño que le había hecho a su mujer, pero, pasado un límite, ya no había podido detenerse. En el programa se puede ver la incredulidad de Yumi y los llantos fuera de cámara de los hijos (incluido el que fue concebido sin que sus padres se dirigieran la palabra). Es quizás uno de los momentos más impactantes que he visto de un reality en televisión: asistir en directo a la confesión de un necio y ver las consecuencias que un larguísimo silencio puede tener en la vida de una familia.

No se sabe qué pasó con Otuo y Yumi. ¿Regresaron a casa cogidos de la mano, hablando por los codos? ¿Tenía Otuo alguna cosa interesante que decir, además de presentar sus disculpas a la familia? 

Confieso que albergo esperanzas sobre el final de esta historia: en mi imaginación, Yumi y Otuo llegan a casa y, en la puerta de esta, Yumi se despide de Otuo con un sonoro «ahí te quedas» y una carcajada que se oye hasta en la cima de la montaña más alta de Hokkaido.

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