
Ritos que estimulan
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ritos que estimulan
Los bebés japoneses pasan por un sinfín de ceremonias sintoístas y las mamás están tan ocupadas con los preparativos que se 'olvidan' de la depresión posparto. A los cristianos que bendicen la mesa les embarga un sentimiento de gratitud que los hace más serviciales y generosos. Los judíos tapan los espejos de casa durante el luto y, de este modo, evitan regodearse en la autocompasión...
Son ejemplos de rituales religiosos que se vienen repitiendo desde hace milenios. Y si se repiten es porque funcionan. Algunos son diarios, como los cinco rezos de los musulmanes; otros son semanales, como ir a la iglesia los días festivos; también los hay estacionales; y otros solo tienen lugar en contadas ocasiones, como venir al mundo o salir de él.
Los científicos que investigan estos ritos han descubierto algo que los practicantes de las religiones ya sabían: mejoran nuestras vidas en muchos aspectos. Y también han descubierto algo que ignorábamos: son efectivos incluso si se llevan a cabo fuera de un contexto religioso. ¿Pero por qué? Es lo que investiga la neuroteología, esto es, el estudio de la relación entre la psique y la experiencia de lo trascendente.
La neuroteología dio sus primeros pasos en los años noventa. Como sucedió con otras ciencias relacionadas con la mente, la llegada de las imágenes por resonancia magnética funcional parecía abrir la puerta a un mundo desconocido: el del cerebro. En esos primeros años, los investigadores se fijaron metas muy altas, quizá demasiado. Mientras unos se preguntaban si la mente humana está 'cableada' de tal forma que le resulta natural creer en la divinidad, otros buscaban la región del cerebro donde, supuestamente, surge la experiencia religiosa. No se llegó a ninguna conclusión, pero por el camino se realizaron experimentos curiosos. El más conocido, y controvertido fue el del 'casco de Dios'. Un dispositivo ideado por el neurólogo Michael Persinger que estimulaba los lóbulos temporales. Aquel aparato (básicamente, un casco al que se habían colocado unos imanes) quedó como una excentricidad. Pero, tres décadas más tarde, dos tendencias han relanzado el interés por esta materia. Por un lado, la tecnología de los escáneres ha mejorado exponencialmente. Por el otro, muchos científicos han cambiado su perspectiva. Ya no tratan de demostrar la raíz neurológica de las inquietudes existenciales, sino de hacer algo más humilde: cómo beneficiarnos de las propiedades terapéuticas de los rituales religiosos. Y a esta tarea se han ido sumando psicólogos, neurólogos, antropólogos...
El ejemplo más reciente es el del Instituto de Ciencias Sociales Cuantitativas de la Universidad de Harvard, que acaba de embarcarse en una ambiciosa investigación que medirá el bienestar emocional de 240.000 voluntarios de 22 países a lo largo de cinco años. «Queremos entender qué nos ayuda a vivir bien, qué da sentido a nuestras vidas y qué nos hace felices», explica el doctor Tyler VanderWeele, director del proyecto. Una de las dimensiones que se estudiará será la religiosa. En 2018 ya lo hizo la Universidad Baylor, en Texas, y llegó a la conclusión de que los adolescentes que crecen en el seno de una familia practicante corrían menos riesgo de sufrir depresión (un 12 por ciento menos), consumir drogas (33 por ciento) y contraer enfermedades de transmisión sexual (40 por ciento).
Otro pionero del estudio neurológico de las experiencias espirituales es Andrew Newberg, director de Investigación del Instituto de Salud Integral del hospital Thomas Jefferson, en Pensilvania. «Las prácticas religiosas activan los lóbulos frontales, vinculados con una mayor concentración y con la capacidad de planificar, así como las áreas del lenguaje del cerebro, que son las que elaboran argumentos complejos». Y las investigaciones demuestran que esto no solo ocurre mientras se reza o se medita, sino también a largo plazo.
Newberg ha puesto el escáner en la cabeza de monjes budistas y de monjas católicas mientras realizan sus oraciones, y las áreas cerebrales que intervienen no son las mismas. Esto es debido a que la meditación budista se basa en técnicas de visualización y las plegarias cristianas utilizan el lenguaje hablado. Sin embargo, en la oración islámica intensa, similar a un trance, se reduce la actividad en el córtex prefrontal, implicado en la toma de decisiones. Según los investigadores, esto tiene sentido en una práctica centrada en la renuncia al control y la entrega total a Dios. Pero en todas ellas aumentan los niveles de serotonina y se libera dopamina, la 'hormona de la felicidad'. «Cuando las personas se sienten conectadas con un poder superior o con el universo, esa experiencia les confiere un propósito en la vida y una perspectiva optimista sobre el futuro», resume Newberg.
El psicólogo David DeSteno habla de tecnologías espirituales: herramientas para consolar, conmover, convencer y calmar, que han sido perfeccionadas y depuradas con el tiempo. DeSteno dirige un laboratorio de psicología emocional en la Northeastern University de Boston desde hace veinte años. «La sorpresa que sentimos mis colegas y yo al comprobar los beneficios de la religión fue una muestra de nuestra arrogancia como científicos. Cuando se trata de encontrar formas de ayudar a la gente a enfrentarse a cuestiones relacionadas con el nacimiento y la muerte, la ética y el sentido de la vida, el dolor y la pérdida, sería extraño que miles de años de pensamiento religioso no tuvieran algo que ofrecer», explica. Y cuando le preguntan qué le diría a alguien que pudiera sentirse ofendido por intentar aplicar los rituales sin adoptar también la creencia religiosa en la que se basan, DeSteno responde: «Nunca estaría a favor de tomar los símbolos y las oraciones en sí mismos ni de la apropiación cultural. Pero no veo nada malo en dar las gracias por los alimentos que vas a tomar o en cubrir los espejos de la casa durante el duelo si se hace con una actitud de respeto. La ciencia y la religión son dos enfoques para mejorar la vida que, a menudo, se complementan».
Te contamos cómo algunos de los rituales más arraigados en las diversas religiones afectan al cuerpo... y al espíritu.
Sintoismo
El sintoísmo japonés convierte en acontecimientos las vivencias de la maternidad antes y después del parto. Amigos y familiares ponen las manos sobre el vientre de la madre para indicar que protegerán al bebé; se hace una fiesta por la elección del nombre, por la primera visita al templo, por su primera comida... Todas estas ceremonias refuerzan el vínculo entre madre e hijo, según han comprobado los psicólogos, y se mitiga la depresión posparto.
Ritos tribales
Los ritos de paso en la adolescencia tienen un objetivo: demostrar autocontrol. Las muchachas apaches deben bailar durante horas y los jóvenes de las tribus amazónicas se ponen guantes llenos de hormigas rojas. Soportar el agotamiento y el dolor son maneras de probar que se está preparado para afrontar las dificultades de la madurez. El ritmo cardíaco de protagonistas y testigos se acompasan, lo que refuerza la cohesión de la tribu.
Budismo
Los que practican la meditación se vuelven más compasivos. Después de solo ocho semanas de meditar semanalmente, el 50 por ciento ayuda de manera espontánea a un desconocido, algo que solo hace el 16 por ciento de los que no meditan. Pero la compasión no se limita a los extraños, sino que también se aplica a los enemigos. Un estudio demostró que, después de tres semanas de práctica, la mayoría se abstiene de responder si alguien los insulta.
Judaísmo
«Cada religión tiene su propia manera de afrontar el dolor, pero en todas ellas lo importante no es evitarlo, sino atravesarlo», explica el psicólogo David DeSteno. El ritual judío de la shiva obliga a los amigos y familiares de los dolientes a hacerles una visita y llevarles comida. Después de rezar, recorren juntos la casa y van cubriendo los espejos con telas. «La ciencia ha demostrado que mirarse al espejo intensifica las emociones. Cubrir un espejo es una forma de empezar a reducir un poco la pena».
Cristianismo
Muchos cristianos suelen bendecir la mesa y agradecer los alimentos antes de comer. Y consumen 224 calorías menos diarias si lo hacen porque están menos distraídos cuando ingieren la comida. Los científicos también han descubierto que ser agradecidos hace a las personas más virtuosas. Por ejemplo, en un experimento en el que los sujetos podían conseguir más dinero si mentían sobre el resultado de un lanzamiento de moneda, el 53 por ciento hacía trampas, pero, si antes se les había pedido que pensasen en alguien por el que sentían gratitud, el porcentaje de tramposos bajaba al 27 por ciento.
Varias religiones
La sincronía es importante en muchas religiones: el balanceo colectivo de los judíos o arrodillarse al unísono, como hacen cristianos y musulmanes. Estas acciones esconden un propósito: crear una conexión. DeSteno describe un experimento: «Sentamos a parejas de desconocidos frente a frente; les pedimos que se pusieran auriculares y golpearan un sensor cada vez que escucharan un tono. Para algunas parejas, la secuencia de tonos coincidía, así que movían las manos al mismo tiempo. Para otros, eran aleatorios, por lo que los movimientos no estaban sincronizados. Después, creamos una situación en la que un miembro de cada pareja se atascaba haciendo una tarea difícil. La mitad de los que se habían sincronizado previamente echó una mano al compañero, mientras que solo el 18 por ciento ayudó cuando se trataba de sujetos que no se habían movido al unísono».