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Pequeñas infamias

'Parasocial': la palabra del año

Carmen Posadas

Viernes, 12 de Diciembre 2025, 10:21h

Tiempo de lectura: 3 min

Hace un par de semanas, en el estreno de la segunda parte de la película Wicked, Ariana Grande, su protagonista, fue acosada por un admirador que, al ser arrestado, declaró muy sorprendido que solo pretendía abrazar «a su mejor amiga». El anuncio del compromiso de Taylor Swift y Travis Kelce produjo en sus fans una actitud parecida. «¡Acabo de gritar en mi oficina al recibir la noticia! –colgó uno de ellos en X–. ¡Tuvieron que venir a ver qué me pasaba!».

Se entiende por 'parasocial' «la conexión que alguien siente entre sí mismo y una persona famosa a la que no conoce»

Estas reacciones corresponden al fenómeno que se conoce como 'parasocial', término que ha sido elegido por el Diccionario de Cambridge como palabra del año. Se entiende por 'parasocial' «la conexión que alguien siente entre sí mismo y una persona famosa a la que no conoce». El término no es nuevo. Lo acuñaron los sociólogos Donald Horton y Richard Wohl en 1956, apenas nacida la televisión, al observar «las conexiones profundas que los espectadores empezaban a sentir con los actores que aparecían en el salón de su casa». Desde entonces el fenómeno no ha hecho más que crecer. A finales de los sesenta, coincidiendo con la era Beatles, se popularizó la expresión 'fan', que deriva, por cierto, de la palabra 'fanático'. Los fans de entonces se limitaban a gritar y desmelenarse en los conciertos. Con el paso del tiempo, dos circunstancias han ayudado a multiplicarlo. Por un lado, la popularidad de los tatuajes, que permite imprimirse en la piel no solo el nombre, sino también la cara de las personas idolatradas, lo que genera un vínculo muy personal. El otro agente multiplicador de reacciones parasociales es el mundo virtual y a él contribuyen esos ídolos antes lejanos e inalcanzables retransmitiendo casi en directo sus vidas en las redes. Así, ahora es posible ver si Kim Kardashian  ha desayunado hoy aguacate o mango. cómo se lava los dientes Paris Hilton o las terribles dudas del influencer de turno para decidir qué se pondrá esa mañana. Como la idolatría nunca ha sido lo mío, todo esto me parece de aurora boreal. Pero anticuada y desubicada que es una, porque cada vez son más los famosos o aspirantes a serlo que convierten el exhibicionismo en lucrativo negocio. Only Fans, la plataforma que permite que gente pague por ver a sus idolatrados en situaciones más o menos íntimas, genera millones de euros al año y se estima que sus creadores de contenido más famosos llegan a ganar unos 50.000 dólares mensuales. Algunas estrellas, como la modelo y empresaria Blac Chyna, generan, agárrense a la brocha, 20 millones de dólares al mes. El secreto de Only Fans estriba en que los creadores interactúan con fans que les hacen peticiones, en buena medida eróticas, que su ídolo complace, previo pago, naturalmente. Con estos datos no resulta sorprendente que 'parasocial' se haya convertido en la palabra del año, imponiéndose a otras como 'slop' (contenido de baja calidad generado especialmente por la IA); 'memeify' (convertir algo o a alguien en meme); o mi favorita: 'doom spending', que significa gastar dinero que no se tiene para sentirse mejor. En cuanto a la explicación del auge de conductas parasociales, Ramón Ubieto, autor de ¿Adictos o amantes? Claves para la salud mental digital, apunta que se debe a que ambas partes del fenómeno (fans e ídolo) sienten que les beneficia. Al famoso de turno le da seguidores que se traducen en patrocinios, contratos y dinero, mientras que el fan recibe –o al menos percibe que recibe– cierta compañía. La 'parasocialidad' (perdón por el palabro) reina también en otros ámbitos, sobre todo en el deporte. El amor por un club o por la selección del propio país lleva a paroxismos tales como (y este es un caso real) el de ese padre que en plena euforia ganadora tiró a su bebé al aire, con la lamentable consecuencia que ustedes imaginan. ¿Qué hace que uno sienta como propio el éxito ajeno? ¿El vivir en un mundo hiperconectado hace que estemos acompañados y, a la vez, más solos que nunca? Se puede teorizar todo lo que se quiera al respecto, pero para mí hay una explicación de sentido común. El ser humano siempre ha necesitado soñar, admirar a ídolos inalcanzables. Ahora esos ídolos consiguen el espejismo de estar más cerca cuando, en realidad, están más lejos que nunca, produciendo en sus seguidores un ensimismamiento. Ojalá el ser parasociales no nos convierta en asociales, ignorantes de lo que tenemos alrededor. Porque al fin y al cabo la felicidad está en lo próximo. Lo demás son quimeras y Kardashians. Dígame si no: ¿de verdad le importa  si Kim desayunó esta mañana mango o aguacate? A mí tampoco.